01/01/2023
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8 may 2025
La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es un insecto lepidóptero que genera preocupación en muchas regiones de España y otros países mediterráneos debido a los riesgos que representa para la salud humana y, especialmente, para la de las mascotas.

Los propietarios de mascotas saben que, con la llegada del tiempo primaveral, deben tener cuidado con las procesionarias u orugas del pino, pues su ataque puede tener consecuencias fatales para los animales. De hecho, ni siquiera hace falta tocarlas: cuando se sienten amenazadas, son capaces de lanzar como si fueran dardos sus pelos urticantes. Unos 500.000 que recubren su cuerpo y contienen una toxina llamada thaumatopina y que pueden provocar desde un simple escozor, hasta intensas reacciones alérgicas e incluso la muerte.
Qué hacer si resultamos afectados
Las personas con mayor riesgo de sufrir un cuadro grave por ataque de procesionaria son las que sufren problemas respiratorios o cardíacos, que deben acudir de inmediato al servicio de urgencias y no rascar ni frotar la piel afectada, ya que extendería la afección, ni llevarse las manos a los ojos, a los oídos, a la boca o a la nariz.
Una forma de aliviar los picores, tanto para humanos como para animales, es echar agua sobre la piel, pero sin frotar ni rascar. Las mascotas corren riesgo de muerte, en especial, si tragan una oruga. En ese caso, debe actuarse con extrema urgencia y acudir a un veterinario, pues el animal puede morir en solo una o dos horas.
El mejor consejo para evitar problemas es evitar paseos con perros u otras mascotas por zonas en las que haya pinos.
Además de todo lo dicho anteriormente, la procesionaria defolia los árboles, y si la población es muy elevada, pueden llegar a afectar a toda la masa foliar.
Ciclo de vida de la procesionaria del pino
La procesionaria del pino pasa por distintas fases en su ciclo de vida.
Las mariposas adultas emergen entre los meses de junio y septiembre, dependiendo de las condiciones climáticas.

Tras la cópula, las hembras depositan sus huevos en las acículas de los pinos, de los que nacen las larvas que comienzan a alimentarse de las hojas del árbol hospedador. Estas larvas, que son las responsables de los principales daños, atraviesan varias mudas y desarrollan los pelos urticantes.

Cuando alcanzan su última fase larval, las orugas descienden al suelo en formación de fila india, en un comportamiento característico que les ha valido su nombre común.

En el suelo, excavan galerías donde se entierran para completar su metamorfosis y emerger meses después como mariposas adultas.
Pero esta oruga tiene otra cara: a pesar de sus efectos nocivos, también desempeña un papel ecológico importante en los ecosistemas forestales.
La erradicación no es recomendable
Dado que la erradicación total de la procesionaria del pino no es viable ni ecológicamente recomendable, se requieren estrategias de manejo sostenible que minimicen sus impactos negativos sin alterar el equilibrio natural de los ecosistemas.
La procesionaria es alimento durante todas las fases de su ciclo de vida de numerosos animales, que han desarrollado adaptaciones para consumirlas sin verse afectados por sus pelos urticantes. Los huevos sirven de alimento para hormigas y avispas; las orugas tempranas, para aves insectívoras, como el carbonero común, el herrerillo común o el cuco; las orugas en estados avanzados, para aves como el mirlo, la abubilla o el cuervo; y las polillas, para murciélagos y lirones.
Además, sus restos tras la metamorfosis aportan nutrientes al suelo y contribuyen al reciclaje de materia orgánica en los bosques.
Por otro lado, su presencia en determinados entornos indica el estado de salud de los bosques y su equilibrio ecológico. En condiciones naturales, la procesionaria forma parte de la dinámica forestal, regulando la densidad de pinos jóvenes y evitando su proliferación excesiva, lo que a su vez puede prevenir incendios forestales al reducir la acumulación de biomasa inflamable.